26.2.09



08/11/08
No recuerdo cómo conocí a Daniel Sánchez Arévalo. Por casualidad, supongo. Desde que vi su primer cortometraje (bueno, el primero que veía yo de él, pues), "Expréss", quedé fascinada por su modo de concretar historias. Ahora creo que diría que de los cortos mi favorito es "Pene: otra historia de amor". Pero veo que no se encuentra entre su filmografía en imdb así que comienzo a hacerme preguntas.
Esta película quería verla desde hacía mucho tiempo. Simplemente por su título, un título que me parece tan sutil y tan genial, ya tenía ganas de verla. Pero hasta hace poco, que Alejandra me comentó que la encontró en la televisión y la vio, no me había decidido a conseguirla. Y, pues, un día también llegó ella con ganas de ver a España del otro lado de la pantalla y entre todas las demás opciones quedó ésta.



"Jorge, tú y yo somos como dos peces, dos pececillos de agua fría, vulgares. Lo que pasa es que tú no te conformas con estar dentro de la pecera"

Ya me habían advertido que esa frase me ganaría, sin más. Y bueno, Miguel el pez también me ganó sin más.
Es una película que yo diría que su principal virtud es no querer atraparnos con grandes juegos. No hay nada épico o muy elaborado en su estructura: es una historia simple. Y, paradójicamente, como todas las historias simples, es demasiado compleja.
Entre esta variedad de matices del azul al negro se encuentra la vida de Jorge, el protagonista, quien parece que se ha pasado la vida supliendo a su padre en su trabajo, la portería de un edificio, después de que éste sufriera un infarto cerebral. También se la va la vida en cuidarlo, completamente incapacitado como está, y en visitar a su hermano quien se encuentra en la cárcel. Jorge estudió en sus tiempos libres, se cree con derecho a algo mejor, pero sus propias expectativas lo han superado y es incapaz de concebir un futuro que sea condescendiente con él.
Alrededor de él también encontramos vidas de otros personajes apagados. El padre, completamente exiliado de la realidad, incapaz de la más mínima acción, atrapado en su habitación y en su pasado. Su mejor amigo, obsesionado con espiar por ventanas ajenas, que descubre que su padre acude a una especie de masajista homosexual, obsesionado con la hipocresía de su hogar y por comprobar su propia virilidad. Natalia, el amor de la vida de Jorge, quien trata de mantener un equilibrio en su mundo a pesar de no poder convencer a la persona que ama que estar juntos no es un imposible. El hermano en la cárcel, quien cree conocer al amor de su vida entre las presidiarias pero que no puede satisfacerle su deseo a embarazarse. Y finalmente Paula, una presa obsesionada con la maternidad, que sufre de constantes malos tratos en la prisión.
Personajes eclipsados, superados constantemente por lo que pudieron ser y no fueron, por sus miedos y por las traiciones del mundo. Jorge llega a Paula como un favor, y más allá de una mujer extrañamente obsesionada con ser madre se encuentra con una historia incompleta, como la suya, repetida en fotografías viejas, con sueños cortados, obsesionada, en realidad, con no olvidar.

Las variantes son tantas como la vida. Me he pasado los últimos días pensando en la verdadera conclusión de la película, que fue una delicia para mí, pero creo que al final cada quien termina por armar un poco las piezas en el modo en que las considere mejor. Me parece una película suave, desnuda de grandes pretensiones, muy pura en algunos aspectos. Entregada sin más al espectador, a como quiera mirarla.

Me cautivó, no puedo decir más. Creo que también llegó en el momento correcto. Y la conclusión fue sumamente adecuada, más allá de fantasías utópicas de los repetidos finales felices.

Y tal, recomendable, pero que se sepa a lo que se va, con todas las sensibilidades de por medio.

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