23.2.09



08/10/08
Llevo todo el día haciendo cosas bajo la premisa de "debería estar haciendo...". Y debería estar estudiando para los dos exámenes de mañana. O si no, al menos algo más productivo, como ver otra película, escribir el cuento que tengo pendiente para la próxima semana, cocinarme mi propia cena. Pero no: soy una especialista en perder el tiempo ridículamente. Los que me conocen lo sabrán.
No iba a escribir hoy esta reseña para verme responsable y hacerles creer que haría todas las cosas que he desmentido anteriormente. También debí haber estudiado desde ayer (y todo sería más sencillo) pero le prometí a Ian que veríamos "Moliere" y temíamos que, al igual que sucede con las películas extranjeras, la quitaran antes de que nos diéramos cuenta. Y después de lo que le hice pasar al ver "Espejos siniestros" no estaba para no cumplir mis promesas.



"Y llegaré a ser tan gran escritor que la gente no dirá 'háblame en francés' si no 'háblame en la lengua de Moliere'"

Jamás había visto (y/o tratado de entrar) a una sala de cine completamente oscura. Ian y yo debatíamos una serie de argumentos físicos (por otra parte, pocos basados en la física) por los cuáles la oscuridad es mayor a mayor espacio. O algo así. Podría haber sido el inicio de alguna película de zombies en la parte que matan a los frikis. O también hablar mucho sobre la gran cantidad de espectadores que se encontraban en la función, claro.
El otro día, platicando con una amiga de mi cuñada, llegué a la conclusión de que me gustan las películas de época porque soy poco exigente con la historia: no necesito que sean completamente fieles, sólo que desplieguen ante mí toda la belleza que espero de esas películas. Por otro lado, es Moliere, un escritor que independientemente de todo me gusta mucho, de manera que no podía dejarlo pasar. Además que Ian tiene una fijación por las películas de artistas (bueno, en realidad su obsesión se basa en las de pintores, pero se extiende un poco más allá en ciertos casos).
La primera sorpresa llegó al ver que quien encarnaba a Moliere era nada menos que Romain Duris, quien me conquistó con "El latido de mi corazón" (aunque no con "El albergue español" que, por otro lado, no me gustó demasiado, aunque tuviera a Tautou). Me costó un poco adaptarme a él como Moliere, pero poco más tuvo que hacer para que lo aceptara sin reservas. No así Ian quien insistió hasta el final de la película que era el Moliere más feo que pudieron conseguir.
La película en realidad se desarrolla muchos años antes de que el dramaturgo fuera reconocido como tal, o como cualquier otra cosa. Incluso en la traducción quisieron aventurarse con un título como "Las aventuras amorosas del joven Moliere" o algo de esos intentos de que el público sepa bien de qué van las cosas desde el inicio. Así, todo su teatro busca explicarse por medio de cierto episodio de juventud que se aparece como un flashback antes de una puesta en escena en que le piden una comedia para la corte aunque él quiere representar una tragedia.
Dicho episodio consistió en una ocasión que fue librado de la cárcel (aunque ahora que lo pienso no queda muy claro por qué llegó a la cárcel siquiera, ¿evasión de impuestos?) por el señor Jourdain, con la finalidad de que se convirtiera en una suerte de maestro particular de actuación para llevar a cabo una puesta en escena que pretendía conquistar a la joven viuda Célimène (quien, entre otras cosas, me pareció una mujer increíblemente bella). Moliere llega a casa de Jourdain haciéndose pasar por un sacerdote que instruirá a su hija menor, mientras tiene que llevar a cabo su tarea sin que la esposa del señor se dé cuenta de las intenciones.
Todo ello con otros ciertos encuentros que, claro, visto desde alguna manera fría podrían encarnar una comedia de enredos, aunque el tono es un poco más formal que las obras que conocemos del dramaturgo en cuestión. El enredo principal sucede cuando se enamora de la señora Jourdain y, claro, ésta cede ante el espíritu artístico y sensible del joven (tomando en claro lo ridículo que era su marido). Y, bueno, se podrá imaginar.
No es que tenga una finalidad clara, es decir, como la resolución de todos los conflictos. Creo que más bien es una especie de desfile de situaciones que buscarán una conclusión más universal: la construcción sutil del escritor a través de su personaje.
Durante las diversas situaciones vemos un sin número de guiños a diversas obras supuestamente posteriores (en las que estarían inspiradas, obviamente), claras aluciones al arte, al teatro, al actor, a la tragedia y la comedia; y una especie de conclusión casi un poco moralizante sobre las verdaderas condiciones de la comedia, a la cuál parece condenar Moliere constantemente antes de aceptarla como su género.
Es, a mi gusto, muy entretenida aunque muchas veces pueda parecer hasta un poco ligera. Los personajes son encantadores a su propio estilo, casi caricaturizado (como buenos personajes). Ciertos guiños son sencillamente deliciosos: mi favorito es sin duda cuando entra a la sala de recepciones de la joven y pedante viuda haciéndose pasar por ¿quién más? el marqués de Mascarilla.

Es, sin duda, mucho más libre que otras películas basadas en personajes históricos, y las resoluciones a las que llegan muchos de los conflictos podrían parecer demasiado artificiales. Pero en cierta medida me parece que es parte de la intención de la obra. Ya dijo alguna vez Bajtin aquello de: me pongo la máscara y la enuncio. Yo siento que se pretendía que la película se convirtiera en una especie de representación de las propias obras a modo de metaficción íntimamente ligada.
Además que es un encanto ver todos esos trajes, los decorados, las normas de la época y, repito, los personajes llegan a ser encantadores a su muy particular modo. Especialmente Dorante, es brutal, aunque el actor me suena demasiado conocido para que resulte que no conozco nada de su filmografía. Me confunde.

Por momentos, especialmente al principio, me pareció que aquello de usar el nombre de Moliere, especialmente tratándose de una época en la que no era conocido, fue más estrategia publicitaria y que daría lo mismo emplear el nombre de cualquier dramaturgo ficticio. Puede que sirva más como la conclusión general que en la representación fiel de la figura, pero ciertamente ya la sola alusión conlleva una carga semántica que no pasa inadvertida para el espectador. Incautos, como yo. Oh.

De todas maneras, he de enfatizar que me gustó mucho.
Aunque eso es subjetivo, como siempre, porque a Ian, que es más amante de las películas de época que yo, le pareció muy aburrida en algunas partes, o quizá demasiado lenta. Cuando a mí me parece bastante adecuada.
Pero se sabe que en géneros no hay nada escrito, claro está.



¿Cuál es tu obra favorita de Moliere?

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