27.4.09



27/04/09
Tardé un poco en decidir qué película actualizar. Aunque hoy me tocaba hablar de "Otra película de huevos y un pollo" (para apoyar a la animación mexicana, cómo no) me pareció poco apropiado. Tampoco creí que fuera el caso escoger alguna película de zombies o de epidemias (aunque creo que si no hubiera reseñado ya "28 days later" habría sido sin duda mi opción). No es que quiera sonar demasiado ceremoniosa pero no me pareció demasiado acorde. Al menos por hoy, en que todo parece querer hacernos sentir como en cuarentena.
Así que me salto algunas películas pendientes para ir con "Ploy", la última película del director que me cautivó completamente con "La última vida en el universo". Y que habla también, de algún modo, de otra faceta de esta psicosis: la alienación y/o enajenación del individuo.



"Lo único que hacemos es discutir. A veces pelear es un modo de estar juntos"

"Ploy" no es, en definitiva, una película fácil. Te deja la sensación de que te vas sumergiendo en ella como en cámara lenta, como si contemplaras situaciones conocidas a través de otros rostros. Y la historia parece desarrollarse silenciosa y cotidianamente a través de las imágenes de una pareja que regresa a Tailandia tantos años después, que se adentra en un cuarto de hotel en Bangkok para hacerlo suyo, y que parecen tan desacompasados el uno del otro como el jet lag que sufren después del largo vuelo.
Todos parecen atrapados en un espacio aparentemente muy grande. Y Ploy es, quizá, solo una excusa. El marido va por la noche al bar del hotel a pasar el sueño que no puede abordar y conoce a Ploy, una chica que pasa ahí la noche esperando a que su madre vaya por ella en la mañana. Ploy luce muy pequeña y es muy linda, a pesar de su aspecto desarreglado y un sospechoso golpe en su cara. Casi con un sentimiento filial el hombre, Wit, la invita a su cuarto a que duerma mientras espera a su madre. Y la intromisión de la pequeña no provocará si no una explosión que se venía atrasando desde mucho tiempo antes en el matrimonio de Wit.
Todos parecen atrapados por sí mismos e incapaces de encarar la situación. Daeng, una mujer terriblemente celosa, que vive atormentada constantemente por la noción de que su marido no la ama. Rondada todo el tiempo por los fantasmas de las mujeres con las que supone la engaña. Wit es débil de caracter y no sabe cómo hacer algo por su matrimonio, de manera que apenas controla los arranques de su mujer ignorándolos, minimizando las razones por las cuales discuten constantemente. Mientras que Ploy es un signo abierto, no se sabe nada de ella más que su aparición y su espera, y no parece querer descubrir nada más. Está de paso y no parece preocuparse o ser consciente de la magnitud del problema.
Todo gira en torno a ello, a los fantasmas propios de cada uno que se dan vueltas en un hotel que siempre parece abandonado. Cada personaje irá desarrollando, en su fantasía, distintas líneas de pensamiento que podrían tener lugar con alguna variación de acción, de modo que por momentos no somos capaces de distinguir qué es lo que realmente sucede y cuánto es resultado de la ensoñación de alguno de los personajes. No hay una trama usual, solo círculos que se dan sobre un mismo eje y que pretenden ir variando conforme recorren.

El mayor riesgo que corre la película es desorientarnos al punto de que perdamos el interés por momentos. A escenas con un claro desarrollo siguen otras de aparente reflexión silenciosa que pueden resultar muy cansadas. Además de que parece deliberado la intensión de conseguir que el espectador se sienta también atrapado y no sepa distinguir la realidad. O incluso que pueda decidir si alguna de esas otras historias le gusta más que el rumbo que parece que va tomando la principal.

Creo que en definitiva es de esas películas que mientras las ves no sabes del todo bien qué opinión te generan, pero que después, al recordarlas, vuelves necesariamente a los puntos por los cuáles es una película increíblemente bella.
Por un lado debido a una fotografía muy cuidada, en tonalidades azules. Por otro lado hay una preocupación en la composición que le concede a cada personaje una especie de aura demasiado fuerte. Ploy, por una parte, brilla con una increíble belleza a pesar de no representarla. La pareja, que trata de presentarse como podría suceder con cualquier otra, tienen también un dejo de belleza propia de lo cotidiano. Acentuada quizá por el toque amargo de sus continuas discusiones, siempre a medias, como si no pudieran ser pronunciadas en voz alta.

Con algunas escenas muy poco afortunadas (contando con un extraño número musical), creo que mi final ideal quedaría en la penúltima escena. No es que la última sea mala, pero creo que sin ella la conclusión tendría aún más fuerza. Aunque seguro que muchos no pensarán eso.

Oh, y también hay que decir que contiene unas escenas eróticas más explícitas de lo habitual y también increíblemente bellas.



Ratanaruang tiene algo que me atrapa. Creo que voy por "Invisible waves".












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