20.5.09



20/05/09
Hace unos días soñé con una película. Me ha pasado algunas veces, en que sueño con una película que no he visto. En este caso la estaba viendo, aunque la imagen no se veía del todo bien. A la mañana siguiente desperté con la sensación de que debía verla. No sé porqué, ya que nunca veo inmediatamente las películas con las que sueño. Pero ese fue mi malviaje del día, porque no pude verla. Así que hace unos días decidí ponerle fin a esa idea y sentarme a ver una película que me interesó, básicamente, porque fue producida por Wong Kar Wai.
La maniática.



"He oído decir que salir con alguien es comparable a pelar una manzana. Una vez que terminas la fruta comienza a pudrirse, ponerse amarilla, deteriorarse. Hasta que termina por no parecerse en nada a una manzana"

Quizá estaba algo predispuesta porque, además, en mi sueño no me gustaba la película. La veía y pensaba: ¿cómo Wong Kar Wai creyó que eso era una buena idea?
Pero a diferencia de otras películas en que los inicios son lentos y tienes que ir adentrándote suavamente en el ambiente en cuestión, "First love: Litter on the breeze" te asalta por completo desde el inicio. Comenzando de manera abrupta, caótica e increíblemente vertiginosa. Durante unos quince minutos no tienes idea de lo que estás viendo, los diálogos se suceden tan rápido que no entiendes mucho de lo que pasa, y además sientes que llevas confundido toda la vida. No sé si eso sea eminentemente positivo, pero definitivamente por momentos es de esas películas en las que no puedes ni parpadear porque luego ya no entenderás nada.
Cuando hay una primera pausa, debido a una escena que se desarrolle realmente, uno puede comenzar a armar la idea de la película. Desde el inicio el director la refiere como una especie de documental que surgió a partir de una idea entre Wong Kar Wai y él (sí, el director, usando una extravagante peluca afro y unos enormes lentes, nos alude directamente). Ni siquiera sabes muy bien de qué sería documental, pero por el momento pasan una cantidad inimaginable de escenas completamente fragmentarias que son recreación como de miles de historias posibles, casi siempre representadas por los mismos actores en distintos papeles. Actores entre los que destaca sin duda Takeshi Kaneshiro, quien es adorable no importa lo que haga.

Hay algo muy teatral respecto a la película. Pareciera que el documental tiene una intensión casi metafísica, donde se habla del primer amor como un concepto platónico y que se aterriza de modos pocos claros. Al mismo tiempo esto se representa como un ejercicio de actuación y de improvisación creativa. El director va armando posibles historias ficticias que comienzan a desarrollarse visualmente, las cuáles varían radicalmente en su duración, desde meras estampas hasta las que consiguen una trama elaborada y un trasfondo. Al mismo tiempo algunas historias pueden cambiar mientras se cuentan, transformando personajes en otros. O hay los casos de las que se sugieren pero son representadas de manera completamente teatral y jamás se encarnan como escenas en sí.
La idea, una vez que queda clara, me parece encantadora, además que si le sumamos la cámara de Doyle (quien también es aludido directamente, porque la voz en off del director no conoce límites) la película comienza a aclararse y hacerse bastante apetecible.

Las historias, o los fragmentos de ellas, por momentos tienen un dejo que no puede si no recordarnos a Wong Kar Wai. Especialmente las dos que son plenamente desarrolladas, la de una joven sonámbula que recorre la ciudad de noche y es siempre acompañada por un recolector de basura (el adorable Kaneshiro) quien se va enamorando de ella aunque nunca la ve despierta. Y vive en un mundo de basura, es demasiado adorable. Esa y también la del hombre que tras muchos años de estar casado y con su familia, se vuelve a encontrar con una ex a la que abandonó antes de su boda y se obsesiona con que ella querrá vengarse y matarlo. Lo cierto es que esta ex parece disfrutar angustiándolo.
Algo que me pareció significativo es que un elemento que se mantiene en estas dos historias, no de manera trascendental pero sí simbólica, es una botella. De coca cola, además, yeah.

Al final todo parece un modo en que el director nos quiere enfrentar a la idea del primer amor (no puedo evitar pensar en aquel ensayo de Espido Freire) sin referirlo directamente, evitando los grandes sentimentalismos o reflexiones respecto a él. Como si dijera eso: el primer amor es solo ese momento extraño, el fragmento que a veces recordamos o la historia que a veces se confunde y tenemos que volver a armar.

Claro, que todo esto realizado a modos muy distintos a los del mencionado Wong Kar Wai. Con ritmos rápidos, representaciones vertiginosas y tratando de reordenar todo a partir del caos constantemente. Pero, oh, mis sueños estaban equivocados y debo admitir que a pesar de que tiene una nota muy baja en imdb y no he leído ninguna crítica realmente positiva. Pues, eso, me gustó.
Creo que no hubiera cambiado nada si la hubiera visto el día de mi sueño, pero ahora nunca lo sabremos.

No sé si debería ver más películas de Eric Kot a ver si puedo darme una mejor idea de su pensamiento. Decisiones.




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