5.12.09



05/12/09
Ian es gran fan de los documentales, especialmente de los de artistas. Lo cual hace que la mayoría de ellos sean del tipo que uno ve en la tele para enterarse de la vida y técnica de pintor famoso al caso. Por ello cuando me habló de "Mi hijo podría pintar eso" cedí completamente. Porque amo los documentales y porque lo considerado arte actual despierta en mí toda clase de sentimientos.



"Yo le dije que lo pensara, le dije que después de esta historia vendrían muchas más. Y que necesitaba estar segura de que quería que su familia cambiara de este modo"

No sé si recuerden el caso concreto, la verdad yo entonces tenía un vago recuerdo de que hace ya varios años sonó el episodio de esta pequeña. Claro que como poco tenía que interesarnos el arte actual (me refiero a las televisoras nacionales) tampoco es que pudiéramos profundizar en él. Además niños genios aparecen y desaparecen todo el tiempo. Aunque creo que concretamente en pintura no nos venían nada mal.
La pequeña genio es Marla Olmstead, una niña de cuatro años que sorprendió a todos con sus grandes habilidades pictóricas. Abstractas, claro, pero aún así tiene su mérito para tener cuatro años. Y habla mucho del arte abstracto por sí mismo.

Bueno, tenemos por un lado a una niña cuyos padres descubren que tiene un gran potencial y un amigo suyo que tiene un café pone algunos cuadros que se venden rápidamente. Una reportera de una columna sobre familias en la localidad decide hacerle un reportaje y, bueno, todo se vuelve una gran noticia. El director entonces aparece, cámara en mano, y decide que quiere hacer un documental al respecto.
Nunca nos queda demasiado claro cuáles son las intensiones iniciales de Amir Bar-Lev al decidir hacer el documental. Quizá él mismo no tenía demasiada idea pero pensó que, ya que estaba la historia, algo tendría que salir de ella. Incluso puede que así haya resultado mejor porque hay una sensación de que uno se mueve constantemente dependiendo de los puntos de vista, de los sucesos, de quién está enfrente de la cámara. No la sensación de una historia ya programada donde todo apunta a que nos creamos un sólo punto de vista, sino la duda de que no estamos seguros de lo que vemos.

Por un lado está Marla, claro, una adorable pequeña de cuatro años (bueno, quizá cuando la grabación comienza ya tiene cinco o seis) cuya pasión es pintar y cuya suerte es que sus cuadros de pronto se venden en miles de dólares. Nada mal. Pero su historia no va sola. En un segundo plano tenemos a los padres, sobre todo, los padres que han decidido exponerla de esa manera.
Me parece, además, que es un fenómeno muy propio de la cultura estadounidense, sobre todo. Porque yo entiendo que uno sea un exhibicionista y se inscriba al "Big Brother" para que todos lo vean en su interesante vida diaria. Pero permitir que todo ese afán de sobre-exposición masiva entre a tu hogar es algo que han explotado sobre todo Estados Unidos. Ahí tenemos esos programas de los padres con ocho hijos y ahora todo su divorcio, o la familia de enanos. O todos los artistas abriéndonos su casa. En este caso no es tan exhaustivo pero de algún modo pones a una niña de pocos años en la mira de todo el país, la llevas a toda clase de exposiciones, la conviertes en un ídolo a un nivel ridículo para sus pocos años. Y le dejas poco tiempo para ser niña. Se puede ver claramente en las escenas en que el padre proclama que a su hija le encanta pintar pero al tiempo se ve como la casa se ha convertido en un taller que parece tener como única finalidad que la niña no se dedique a nada más.

Los padres, hay que decir, con todo y que hablan de lo lindo que es que su hija pinte pasando por alto todo el proceso real, no parecen ser demasiado de fiar. Luego están los que la expusieron, su representante, las primeras galerías. Etc.
Pero lo mejor de esta historia es que tiene puntos de vista para agotar en todos los sentidos. Los críticos de arte, por ejemplo, qué nos dice del arte que una niña sea una revelación a dicho nivel. O qué no nos debería decir el arte. Los análisis de psicólogos sobre el caso. E incluso otros puntos que me parecen mucho más interesantes: la relación de la niña con su hermanito (su hermanito, el no famoso), o cuando se dedica a jugar con los otros niños que visitan sus exposiciones.

Y, bueno, les adelantaré el boom del documental porque en la historia real no hubo sorpresa. Un programa de televisión, en base a ciertos análisis en videos de la niña pintando, determinan que los cuadros son una farsa. Quizá no al grado de que la niña no pinte nada, pero parece bastante evidente que alguien retoca esos cuadros. Tan tan tan tan. Y todos nos ponemos a pensar. Hasta el director se pone a pensar y después de pasar tanto tiempo con la familia ya no sabía a quien creerle. Y debo decir que aunque uno trate de mantenerse imparcial, hay algunas imágenes que realmente son cuestionables.


A mí me encantó, es un documental muy bien armado, con una dirección que de tan sencilla lo lleva excelentemente. El caso no podría ser más interesante porque a todos nos gustan los niños genios, nos gusta meternos en las vidas privadas y nos gusta, de alguna manera, verlos caer (porque es más interesante a que simplemente fueran genios y entonces sólo los veríamos en tibios documentales de cadena de televisión).
Y, bueno, con todo, en uno queda la decisión de creerle o no a Marla. O creerle o no a sus padres.


¿Y el arte? Muchas manchas en un gran lienzo. Oh, ¿lo hizo una niña de cuatro años? Claro, entonces sí que estoy dispuesto a pagar unos cuantos miles de dólares.


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