25.3.10



25/03/10
Hablando sobre homenajear a alguna película antigua, y concretamente, hablando sobre homenajear al "8 ½" de Fellini, nos encontramos con una referencia más que clara en esta película de Greenaway. Ya hace varios años que Bake me la tenía recomendada pero se había convertido en una de esas películas malditas que tienes constantemente a disposición pero jamás puedes verlas.
Curiosamente uno de tantos intentos había sido ya con Alejandra, y un par de años después, también con Alejandra, nos dispusimos a verla de una vez por todas.



"I never go to the cinema. I can't stand sitting in the dark with strangers, all of us obliged to share the same emotional experiences. It's too intimate. I like to be emotional in private"

Quizá a partir del concepto de Greenaway es que creí, erróneamente, que "Nine" trataría únicamente sobre la parte del onírico harem en la obra de Fellini. Porque el tributo de Greenaway es bastante sutil, siendo una referencia clara no queda en más que eso, un guiño, una fantasía completamente independiente que parte de otra fantasía. La admiración hacia un autor que termina por convertirse en una obra única y con una firma bastante reconocible.

En "8 mujeres y media" tratamos principalmente la vida de Philip y Storey Emmenthal, padre e hijo, unidos después de la muerte de la esposa y madre de la familia. Storey, tras una estancia de negocios en Japón, regresa a la enorme casa familiar para encontrar a su padre completamente abatido y sin saber qué hacer y le ofrece realizar un viaje en su compañía para al menos distraerse de sus desgracias. Como suele suceder en otras películas de Greenaway, esta exploración hacia los personajes no suele girar en torno a acciones tanto como a conversaciones. Muchas veces conversaciones sueltas, sobre temas indefinidos, extraños, conversaciones que uno piensa que jamás tendría pero que podría compartir ciertos puntos de vista. Eso son sus personajes, una serie de puntos filosóficos sobre todo: el cine, la vida, los terremotos, la sexualidad. Necesariamente la sexualidad.
Una vez de vuelta en Japón, entre aparentes juegos dialécticos, Storey le propone a su padre que inicie su propio harem en su enorme casa inglesa. Total, espacio y dinero tiene suficiente para mantener a cuanta esposa quiera. Y juntos comienzan una serie extravagante de colección de esposas también bastante extravagantes, reunidos en la alejada mansión inglesa.

La elección, además, es deliciosa. Nada de mujeres bellas y ya, la idea es que cada una de esas 'piezas' (sí, mujeres objeto de algún modo: mujeres que quieren ser objeto) tenga algo tan particular que la haga necesaria. La primera es Simato, una joven oriental adicta a las apuestas de pachinko que accede a acostarse con ellos a cambio de que paguen su apuesta y la liberen de sus perseguidores. Una joven ambiciosa que cederá en cualquier cosa por encontrar sus gastos pagados. Luego llega Mio, una bailarina de danza clásica japonesa que permanece en una especie de trance constante que la asemeja más a un zombie que a un amante. Eventualmente llegará también Kito, la fantástica Vivian Wu, que pasa de secretaria de Storey a partícipe activa de la casa, y la prestamista oficial entre las mujeres.
Después de las asiáticas llegan más mujeres extrañas: una mujer que parece trasvesti y que por un accidente reciente tiene que tener varios aparatos en su cuerpo, además de que tiene una relación afectuosa grotesca con un cerdo gigante; una mujer que se dedica a embarazarse y luego vender sus hijos, aunque el último termina por ser adquirido por Storey; una mujer obsesionada por la idea de ser o al menos comportarse como una monja; una de las criadas de toda la vida de la casa dispuesta a hacer cualquier cosa por convertirse en una de las mujeres del harem, y de ser posible quedarse con los sombreros de la señora. Y Palmira, la obsesión italiana del padre y un poco del hijo, quien acepta mudarse a la casa como una aventura extravagante.

La máxima fantasía masculina recreada de manera creíble, bajo un proceso extraño en que las propias figuras femeninas se prestan a ella, se convierten en objeto para así poder convertirse en concepto, en retórica. Y la media mujer, el enigma deliberadamente no resuelto, el final escandalosamente terrible de una fantasía que no podía durar demasiado.

Como siempre, Greenaway es fantástico. Nos ofrece un mundo tan posible como imposible, personajes tan terrenales como inimaginables. Y nos deja únicamente en eso, en un deseo concreto, oscuro, llanamente sexual, complejamente sexual.

No entiendo que tenga un porcentaje tan terriblemente bajo en varias páginas cuando a mí me parece una película delicada y bellísima. Y con unas actrices, oh, que hacen de esa fantasía elitista en la fantasía de cualquiera.




¿Favorita de la casa? Sin duda yo me quedo con la extrañísima Mio, la bailarina atrapada en su personaje.








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