31.5.10



31/05/10
Continuando con la filmografía de Takashi Miike, me topé con "Blues harp" y sin saber mucho más de ella (más que se encontraba en algunas listas de películas de temática homosexual, oh) me dispuse a verla.



"My father died in Vietnam. That was said about every man who had left his wife"

Esperando lo inesperado, siempre de mano de Miike, la película se abre con una suerte de opening musical en que se alternan imágenes de una banda que toca en un pequeño bar con imágenes de peleas entre yakuzas mientras persiguen a otro de ellos. Con una gran canción, presenciamos una suerte de introducción (aunque entonces todavía no lo sabemos) a nuestros personajes protagónicos: Chuji y Kenji. Dos personajes bastante opuestos que coinciden en un momento y a partir de ello sus vidas darán un giro bastante inesperado. Por una parte Chuji es el mesero de un pequeño bar y de vez en cuando distribuye un poco de droga entre los clientes, no se mete con nadie y lo único que hace aparte es practica con su armónica. Kenji, por su parte, forma parte de una banda yakuza y aunque se encuentra ahora entre lo más bajo de la jerarquía, es suficientemente terco y avaricioso como para aspirar a más. Después del intro musical en que, pueden adivinar, Kenji era perseguido por otros yakuzas, Chuji sale del bar por la puerta trasera después de deshacerse de unos molestos clientes que estaban fastidiando a una chica. Como no le cuesta demasiado, termina por cubrir a Kenji quien se esconde ahí evitando que lo encuentren. Para completar el trío, la chica rescatada sirve de enfermera para Kenji. Así, quedarán unidos de algún modo: Kenji está en deuda con Chuji y no lo olvidará fácilmente. Mientras que, también Chuji sale ganando ya que la joven termina por volverse su novia.

Podría decirse que la película está cerca de incluirse entre las diversas películas de yakuzas de Miike, aunque realmente no es su eje principal. Se podría decir que incluso se aborda más el personaje de Chuji que el de Kenji. Y uno de los tópicos principales gira en torno al tema de la familia. Chuji no tuvo padre y su madre se dedicaba a la prostitución, ahora que está comenzando una relación seria por su cuenta no quiere repetir los mismos errores.
Ya antes, cuando reseñaba "Sukiyaki western Django", mencionaba que en las películas que había visto de este director se enfocaba muy poco en los personajes femeninos. No voy a decir que en este caso sea radicalmente distinto, pero sin duda hay una preocupación por abordar temas femeninos, en el personaje de la novia de Chuji y en la de la novia del líder yakuza de Kenji (de quien es amante, oh). Cosas como la visión de una mujer al mudarse con su pareja, la traición, la menstruación y el embarazo. No es que se profundice demasiado pero al menos permite dar una imagen más completa del panorama.

Ahora bien, la parte fuerte de la película y el hecho de que aparezca listada como de temática homosexual, es la pulsión erótica que Kenji siente por Chuji. Nunca se aclara el punto, de hecho jamás se aborda directamente, pero sin duda se insinua de manera sutil pero magnífica los sentimientos de Kenji. A diferencia de otras películas asiáticas en que se comenta que la homosexualidad sin duda es vista de manera distinta a occidente, aquí tenemos el papel no solo de un yakuza que lucha por ser el líder de su agrupación, sino también de un hombre que no ha permitido nunca que nadie se acerque demasiado. Lo que piensa o siente es imposible de saberlo, pero intuimos lo que corre por su mente mientras rechaza todo ese contacto corporal al que tiene que ceder por conveniencia. Mientras la figura del otro, Chuji, viene revestida de conceptos, conceptos positivos pero sutiles: la idea de que alguien nos ha salvado sin tener por qué, sin que tuviera por qué, sencillamente porque podía hacerlo.


Es una trama de lo más sencilla, no hay giros complicados, no hay violencia extrema, pero sin duda aun así resulta de lo más disfrutable como ventana abierta a la psicología de un par de personajes en situaciones cotidianas de actividades no tan cotidianas (bueno, aunque uno se cree ya que todos en Japón deben ser yakuzas, a como los pintan).


Todavía no me he topado con nada de Miike que me decepcione. Tampoco es que ésta sea de mis favoritas, pero no está mal.




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