16.6.10



16/06/10
Ahora hasta va a parecer que veo muchos documentales. Inicialmente estaba buscando más bien una película sobre (o inspirada en) Albert Fish, que sé que hay algunas por ahí que quizá valga la pena ver, pero me topé antes con este documental sobre su carrera criminal. En general no confío demasiado en los documentales de asesinos porque siempre suelen tener ese aire didáctico de televisión, pero igual tendríamos qué ver qué podía ofrecer esa visión sugerida en el subtítulo.



"Grace se sentó en mi regazo y me besó. Me propuse comerla"

Habría que pensar, de inicio, cuál es el propósito de mirar un documental. Ya sea si uno debe enterarse de un asunto y entonces éste debe únicamente informativo, o quizá ya conoce el tema y quiere tener una nueva perspectiva o encontrar algo más, por lo cual el documental tendría que resultar también algo más original.
Albert Fish es uno de mis asesinos seriales favoritos. Quizá por el componente masoquista tan fuertemente arraigado en su caso, o porque era un viejito del que nadie hubiera sospechado nada. O porque era caníbal. En fin, que el caso es también que los hechos los he leído ya varias veces, de tal modo que la revisión general de los mismos no presenta para mí mayor relevancia. De esta forma el documental inicia explicándonos brevemente los crímenes y el perfil de Albert Fish, centrándose, claro está, en el secuestro y asesinato de Grace Budd, que fue el que llevó hasta su arresto. Todo esto acompañado por documentos y fotografías y una breve explicación de la situación en Estados Unidos por aquel momento. Todo de manera sencilla pero práctica.
Ahora bien, para conseguir que el estudio de un asesino dure una hora y media más, o bien tiene que profundizarse en toda su psicología y sucesos, o se debe abordar un punto específico a desarrollar. En este caso John Borowski apostó por enfocarse en la importancia de la educación religiosa de Fish y cómo concilió esta filosofía con sus atroces actos. Por ello el título explicativo de "en el pecado encontró la salvación". Para ello se aborda a grades rasgos estos fundamentos de educación religiosa y luego la reinterpretación que Fish haría de dichos conceptos para justificar sus crímenes. Ello también involucraba, claro, verlo todo como un conjunto: el placer que experimentaba en el dolor, su gusto por los niños, su apariencia afable, su irrefrenable deseo por la carne. Y todo el etcétera que supone la figura de este asesino.

Ahora bien, según imdb el documental no fue pensado para la televisión, aunque tampoco explica en qué condiciones se produjo. Porque el principal problema que tiene Borowski al armar la imagen de este caníbal de niños es que jamás ahonda demasiado en nada: todo lo que nos dice o nos sugiere siempre es de manera superficial, sin demasiados argumentos y sin demasiado convencimiento. Se nos dice a grandes rasgos que Albert Fish tuvo una educación conservadora y que luego se sentía él mismo Dios a través de sus crímenes. Y ya, el espectador tiene que tomarlo como nota y no más porque muy poco será explicado. Además que para ese momento, y a riesgo de no repetir una y otra vez los pocos recursos audiovisuales que se tienen estrictamente del caso, meten una suerte de dramatización bastante burda. Escenas de un señor que aparenta ser Fish caminando por una calle, o fantaseando con que es Cristo en la cruz, o escenas de lo más maniqueas que tratan de sostener los comentarios del documental. Para colmo los pocos "especialistas" que se tienen para hacer comentarios son bastante incompatibles: por un lado se encuentra Katherine Ramsland, una psicóloga forense que tuvo la malal idea de cooperar en una película en que recortaron sus diálogos al mínimo (cuando sospecho que era la única que tenía algo interesante que decir); y Joe Coleman, un artista plástico obsesionado con los asesinos seriales que tiene una especie de delirio en que se siente conectado con ellos. Hemos de suponer que los comentarios de Coleman no son precisamente de lo más relevante, en cuestiones de argumentación, y sin embargo ocupa muchísimo más tiempo explicándonos cómo cree que Albert Fish quería que su carta de confesión llegara a él (porque se la robó de los archivos judiciales, y lo dice sin pudor) y contándonos su fijación con él.
Durante toda esa mitad el documental tambalea peligrosamente, porque resulta aburrido ya que no aporta mucho más datos sobre el caso, y porque la visión del director está tan mal sostenida que es muy probable que el público no se lo trague. Como yo, particularmente, no me lo tragué, y hacia el final ya el asunto resultaba insoportable dado aquel intento tan desesperado de que aceptemos sus razonamientos.

Probablemente alguien que no conozca en absoluto el caso (o muy poco) y tenga interés en él (o en los asesinos seriales en general) podrá encontrarle cierta utilidad, pero seguro que para ello hay programas de televisión (del tipo "índice de maldad" y esas cosas) que servirán al mismo propósito.

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