29.9.10



29/09/10
Adaptar cinematográficamente a Shakespeare es una empresa que todo director debe enfrentar con miedo, mucho miedo. A menos de que seas Peter Greenaway. O Julie Taymor. Y estés muy seguro de lo que se debe hacer.
Es una pena que no haya mejores fotogramas rondando por internet porque aunque el personaje de Tamora es increíblemente fantástico, lo cierto es que la imagen no muestra ni un poco de las capacidades estéticas que Taymor es capaz de conseguir.



"I'll find a day to massacre them all and raze their faction and their family, the cruel father and his traitorous sons, to whom I sued for my dear son's life, and make them know what 'tis to let a queen kneel in the streets and beg for grace in vain"

Sin duda "Titus" no es una de las obras más conocidas de Shakespeare y Taymor lo sabía, sin embargo su primer acercamiento directo a la obra fue una puesta en escena tras la cual consideró que sin duda era un buen proyecto como para continuarlo con una película. Y el bien que nos hizo. Hay un juego de temporalidades tan extraño, con un ritmo tan propio, que nos confunde y nos atrapa.
Durante la introducción vemos a un chico, en una casa contemporánea, jugando y destrozando todo y manifestando sin mucho contexto su ira. Luego algo cambia y parece que él se trasladara a una época antigua aunque muchas cosas modernas permanecen en ella, una especie de sueño anacrónico en que el niño verá representado ante él la vida de Titus cual si fuera una obra de teatro, y no.

Titus es un importante militar romano que regresa a su ciudad natal sólo para encontrarse con la reciente muerte del César y la lucha por la sucesión al trono entre sus dos hijos. Aunque para esto primero ha descargado el justo castigo ante la reina de las nuevas tierras conquistadas, Tamora, asesinando a su primogénito y condenándolos a vivir a ella y sus otros dos hijos como esclavos. Posteriormente, por ser reconocido como uno de los militares más apreciados por el pueblo, se le pide a Titus que se incline ante alguno de los hijos del César para favorecer su postulación. Por una parte está Saturninus, el primogénito aunque resulta un poco siniestro y es poco querido por el pueblo, y Bassianus, el menor pero con un aura de sabiduría y bondad. Titus, que no puede ir contra las leyes ya establecidas, considera que debe ser siempre el primogénito el que ocupe el trono aunque no parezca lo más adecuado, y aún más acepta comprometer a su hija Lavinia con Saturninus aunque ella está secretamente enamorada de Bassianus, con quien huye manchando la honra del nuevo emperador. Para lo cual toma por esposa a Tamora, la reina en desgracia, quien aprovechará su nueva posición para hacer pagar a Titus por el irreparable daño de haber matado a uno de sus hijos.

Como buena tragedia, Shakespeare nos enseña que no importa que siempre hayas obrado con rectitud y conforme a las tradiciones antiguas, igual te puede ir absolutamente mal en la vida y es algo que Titus sufrirá en carne propia durante el resto de la trama donde todas las conspiraciones parecen ir contra él. Él, quien defendió a Roma con su vida una y otra vez y sobrevivió a mil batallas, ahora le toca mirar como su hogar va siendo destruido de las formas más dolorosas por fuerzas externas y crueles. La épica íntima que Titus atraviesa durante este periodo es desgarradora y conmovedora, al mismo tiempo representando un derrumbe total y una entereza triste.

En todo esto lo que destaca, de entrada, es la capacidad de Taymor de hacernos enfrentar a un texto clásico con una naturalidad que es casi engañosa. Tenemos esa extraña mezcla de teatralidad con realismo, de elementos modernos con antiguos, de representanción al pie de la letra con performance. De tal modo consigue una mezcla tan extraña como convincente que no llegará a conflictuarnos demasiado que veamos a Jonathan Rhys Meyers recitan puntualmente los diálogos de Shakespeare mientras viste unos pantalones de cuero imitando piel de serpiente y llevando el cabello largo y teñido. Por mencionar una de tantas particulares imágenes que se compondrán a lo largo de la película. Además que todos sabemos que en el aspecto visual la directora es un monumento: desde los vestidos, los motivos pictóricos, las escenografías (qué casas, cómo se la debieron de haber pasado los romanos) (no puedo dejar de pensar en las camas del palacio, son mi nuevo sueño imposible), todo está maravillosamente cuidado para resultar espectacular.

Y de actores ni que decir, tanto los que ya sabemos que no podían decepcionarnos, como Anthony Hopkins (en el que veremos un guiño a otro de sus personajes) como Jessica Lange, hasta los un poco menos conocidos como Harry Lennix que, para mí, tiene uno de los personajes que se llevan la película.

Deslumbrante, fascinante, y una tragedia fantástica en toda la extensión de la palabra.




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