15.12.10


15/12/10
Ya lo he comentado antes pero lo repetiré: yo crecí con la acción barata de los 70-80 y me encanta. Sí, mi favorito fue siempre Stallone pero mi corazoncito tenía lugares para muchos más, entre ellos Jean-Claude Van Damme. Aunque debo confesar que después de su boom de artes marciales inverosímiles ochenteras no vi mucho más de él, y quizá fue lo mejor. Hasta que me enteré de esta película, muy en la línea de héroes de acción reinventándose años después, y Andrés y yo decidimos verla.



"It's hard for me to judge people and it's hard for them not to judge me"
Debo decir que el juego de realidad que viene con la premisa (y, bueno, desde el título) es ya curioso: ver a Van Damme siendo Van Damme. No necesariamente el héroe de acción con todas las respuestas (y las patadas) de antes, sino el actor con problemas, con peores oportunidades de películas, con cada vez más desgatado físico y pasando por asuntos personales ante las cámaras. Eso por una parte, luego la ficción: regresa a Bélgica y se ve envuelto en un asalto a una oficina postal (que al parecer en Bélgica funcionan algo así como bancos, eso no puedo explicarlo demasiado bien) y la policía cree que él es el agresor. Mientras que la situación dentro es, bueno, estás atrapado en un robo de banco con Jean-Claude Van Damme, ¿por qué no puede dar un par de patadas y salvarlos a todos? Al parecer no es tan fácil como eso.

Al parecer la idea parte de que los productores tenían un contrato con Van Damme para salir en una película haciendo de él mismo. El guión original trataba de ser una comedia en que el actor belga pasara de su usual papel de héroe a quedar un poco como un payaso. El guión cayó en manos de Mabrouk El Mechri para retocarlo y el resto de la idea salió, después de conocer al actor y replantear la situación de manera completamente distinta. Lo cual resultó que en lugar de ser otra de esas tantas olvidables (sino desconocidas) películas de Van Damme de los últimos años, quede al menos en algo interesante de ver.

Por una parte se aprecia la espontaneidad en algunos puntos, sobre todo en los que el protagonista se dirige directamente a la cámara, pero por otro lado siento que el contraste notorio entre los dos niveles de realidad (es decir, la necesidad de poner a Van Damme siendo él mismo y la tramita dentro del banco) a veces hace que la situación tambalee. Es como si no pudieran conciliarse del todo, por que uno hace evidente que el actor, a final de cuentas, está actuando, tanto como el otro hace notoria que la historia es completamente ficticia. Lo que sin duda puede resumirse en un producto disfrutable pero que no termina ni de aclarar cuál es su intención ni de conseguirla.
Bueno, no, también hay que concederle que al menos nos permite ver, por una vez, a Van Damme actuando sin más parafernalia. Y se agradece verlo así, un poco golpeado y triste y cercano. Le da un cierto encanto aunque por momentos sintamos que la película no acaba de despegar.

Creo que también le jugo en contra el hecho de que se tiene ya el precedente de que unos años antes Stallone ya había jugado a reinventarse con "Rocky Balboa". Que en su caso fue todo dentro de la ficción pero es innegable que el papel que jugaba ese Rocky al que nadie lo deja subirse a un ring era prácticamente el mismo que atravesaba Stallone cuando nadie creía que estuviera ya en edad de seguir siendo un héroe deportivo o de guerra. Su declaración de principios es mucho más positiva que la de Van Damme en este caso (y tiene el mérito de haber sido concebida en su totalidad por él) pero, ey, también sus músculos son más grandes. Lo que hemos aprendido con Balboa (digo, Stallone) es que da igual que se esté volviendo viejo, para tirar esa roca va a tomarte algún tiempo.

Así que lo dejaremos en entretenida y nostálgica, por aquellos que extrañan a los héroes ochenteros pero no están dispuestos a dejarlos regresar inverosimilmente intactos como en "The expendables".




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