9.12.10


09/12/10
¿Qué tal? ¿Me extrañaron? Pues aquí estoy ya de vuelta y con algo de cine mexicano clásico, porque ya era hora de tener por lo menos un fotograma con Pedro Infante por este espacio.
Desde hace ya algún tiempo, cuando me dio por retomar el cine mexicano de oro (aunque comenzara, irónicamente, por el terror malo, jo), Ian me había dicho que tenía que ver obligatoriamente "No desearás a la mujer de tu hijo". Debió decir también que era la continuación de "La oveja negra", y aunque insistiera en que bien podía verse una sin otra, yo quería iniciar, claro, por el inicio.



"Cruz, ese es mi nombre y tu destino. He sido una cruz para ti toda la vida"
Melodrama mexicano al máximo, con todos esos buenos elementos córtatelasvenas necesarios para un cierto tipo de tramas de la época. Aunque sin olvidar las canciones rancheras, eso sí. Porque Pedro Infante sin duda que podía ser el galán de galanes, el bonachón o el rompe corazones, pero de vez en cuando también le tocaba ser la víctima.
La familia Treviño es reflejo de una estructura familiar-jerárquica poco favorecedora, donde el padre es pilar, única palabra y último controlador de todo a su alrededor. Incluso en los casos en que se viva del dinero de la mujer, prototípica esposa-madre sufrida y resignada a amar al esposo y perdonarlo tiernamente por todo lo que pueda decir y hacer. No así Silvano, el hijo de ambos que se debate entre el respeto y deber para con su padre y hacia un resentimiento con él por el modo en que trata a su madre y a todos en general. Eso sólo desembocará constantes problemas, sobre todo cuando una ex amante despechada de Silvano quiera poner en más aprietos a la familia seduciendo al padre, Cruz, y poniendo la situación en la mira de todo el pueblo.

La película está hecha para sufrirse. A las pocas escenas uno ya quiere matar personalmente a Cruz, ese padre alcohólico, mujeriego y desgraciado que no hace más que fastidiar a cuanto personaje se cruza por la pantalla, especialmente a su familia. Aunque conforme avanza la trama uno quiere matar también a la esposa, en menor medida, y a Pedro Infante por ser un dejado ridículo. Que está claro que es el punto en que el respeto por la figura paterna debe mantenerse sagradamente en lo alto pero no hay justificación alguna para la cantidad de vejaciones melodramáticas por las que tienen que atravesar todos en razón de los caprichos del padre. Vamos, que ni siquiera las veces en que cándidamente Infante toma la guitarra para entonar alguna melodía querendona consiguen quitarnos la agria sensación de estar presenciando una serie de injusticias que no van a remediarse en ningún punto (está claro que eso de la justicia divina no aplicaba en estas películas). Y encima saber que hay una continuación con un título tan explícito como "No desearás a la mujer de tu hijo", hacen que uno se la piense dos veces.

A todo esto, hay que aclarar que no es que sea una película mala en absoluto, porque vamos que tiene un gran mérito conseguir una reacción tan visceral por parte del público (que seguro que era el objetivo principal, porque resguardar valores familiares en situaciones extremas no creo que haya sido). Es, como ya dije antes y de manera literal, una película para sufrirla. Y está claro que uno tiene que agarrarle un cierto gusto masoquista a ver ese maltrato telenovelesco al por mayor, pero lo cierto es que así, de algún modo extraño, conformamos un cierto imaginario del cine nacional (que ha ido degenerando hasta las telenovelas actuales, situación bastante triste).

Por ahí tengo esperando la continuación pero creo que pasará aún un poco tiempo antes de que me anime a verla sin querer saltar al cuello de Cruz al primer fotograma. Creo que antes miraré algunas de las películas más amables y divertidas del buen Pedro Infante para quitarme el agrio sabor de boca de verlo como Silvano.




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