26.2.11


26/02/11
Cuando reseñé hace ya algún tiempo la película alemana del Golem de 1920, había comentado mi intención de mirar alguna versión más reciente del mito, y luego me encontré con ésta, de los 80. Una interesante oportunidad, sin duda.



"Escúchame, fecundador autómata. Yo soy el procreador prodigioso, engendro de maniquíes insensatos. Yo, una de tus criaturas estropeadas. ¿Me escuchas, progenitor? Yo soy tu hijo"
Uno tiene que tener muy en mente la idea del Golem para no perderse a través de lo que podría parecer una película surrealista en primera instancia. Seguimos a un hombre a través de paisajes en ruinas, de cárceles que abandona, de recuerdos televisados, de tiendas sucias y un presente en continua repetición. Nosotros no sabemos quién es y él mismo no parece saber quien es. En flashes documentales escuchamos a unos médicos hablar de cierto experimento en el que deducimos ha participado este hombre: un golem de otro tiempo, una creación de otro mundo en que los seres humanos normales se han convertido también en otros seres.

En una primera revisión la película puede parecer tan confusa como incoherente. Las secuencias inconexas se siguen unas a otra y nosotros presenciamos todo algo fascinados por el mundo casi post-apocalíptico y la falta de sentido. Hay algo del Kafka de "El castillo" en todo esto: el personaje parece perseguir eternamente algo, estar sumergido en una búsqueda perpetua, pero ni nosotros ni él podemos empezar siquiera a sospechar de qué se compone dicha búsqueda.

El modo más apropiado para definir la película, como ya otros han dicho, es mirarla como el mito del Golem a la inversa. En un mundo de seres que han pasado a convertirse en monstruos, un ser es creado de manera artificial y se le persigue bajo la sospecha de ser humano. El sentido de identidad no se corresponde de modo alguno con las demás identidades, pero no hay modo en que él ni los demás personajes lo sepan. Todos intuimos que algo va mal, y las acciones funestas lo demuestran, pero no hay en ningún punto una condena clara, una enunciación en voz alta de lo que está sucediendo.

Para darle un toque aún más particular, la película es polaca. En realidad no tiene demasiados diálogos y en general tampoco es que los que tiene nos ayuden a hilar una historia concreta. De algún modo nos queda más la sensación de habernos adentrado en secuencias de sueños que se interrumpen y se superponen. De habernos colado en el sueño del Golem que, claramente, no puede llegar a tener ningún sentido.

Sin duda la película es bastante extraña y corre el riesgo de poder atraparlo a uno sin que esté entendiendo nada, o aburrirle precisamente por lo mismo. A mí personalmente hubieron muchos detalles que me parecieron bastante remarcables (especialmente los escenarios derruidos, pero esa es una debilidad mía) pero también tengo claro que no es una película que le recomendaría a cualquiera (de hecho creo que se la recomendaría a muy pocas personas). Es del tipo de producciones que te tienen que encontrar con un humor específico y uno tiene que estar dispuesto a dejar reposar un poco después la película antes de volver a reflexionar sobre ella, puesto que puede ser que la primera visión sea sencillamente confusa.
A mí, personalmente, me pareció una gran adaptación del mito y sobre todo una muy original, que habla de su mensaje más puro antes que de su construcción como historia. Y es que ese toque de absurdo kafkiano y ciencia ficción apenas mencionada me ganaron fácilmente. Jo.




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