9.3.11


09/03/11
Jose me avisó hace unos días de la presentación de una película iraní de la que no había escuchado hablar. Cosa no particularmente extraña porque en realidad mis conocimientos del cine en Irán son casi nulos (y el casi va sólo por "Las tortugas pueden volar" y la didáctica mirada de "Persépolis"). Así que, nada mal darle una oportunidad a esos cines periféricos.



"Sólo necesito tiempo. No podría soportar que tu paraíso no existiera"
Todo comienza porque el director, Jafar Panahi, aparentemente el director más reconocido de Irán sólo después de Abbas Kiarostami (y eso debe ser mucho decir), se encuentra actualmente encarcelado tras interrumpirse la grabación de su última película. Al parecer a la censura iraní no le cayó muy en gracia y ahora se enfrenta a seis años de prisión más otros catorce en que no podrá abandonar el país (y presumiblemente tampoco podrá grabar más películas). Y eso nos dirige hacia "El círculo", una de sus películas más famosas.

Por una parte podríamos creer que tiene algo de fácil hablar de la situación de las mujeres en los países de Oriente Medio, y lo cierto es que muchas películas que nos llegan pueden llegar a sonar como propaganda. Con ese reto inicial da comienzo la película en la sala de espera de un hospital, donde una anciana espera a que su hija dé a luz y pronto se le comunica que ha tenido una bella niña. Pero ella estaba esperando un niño. Sin esperar a que llegue la familia del novio la mujer se va y en la calle la cámara deja de seguirla para continuar su trayecto detrás de un grupo de tres mujeres a punto de vender una cadena de oro para conseguir dinero. Las mujeres se dispersan y la cámara sigue sólo a una de ellas, mientras trata de encontrar referencias por la ciudad de una antigua amiga.
Así, como si fuésemos nosotros la cámara, un testigo puntual y silente, vamos siguiendo a una mujer, a otra, mirando vidas fragmentadas, a medias, donde sólo se nos ofrece un poco de pasado, una figura inconclusa que pronto será abandonada para seguir a otra. Mujeres siempre solas, en problemas, en busca de cosas o personas a las que no podrán encontrar, sin permisos conyugales ni paternales, sin sitios dónde quedarse, sin lugares a dónde ir. Y la otra figura omnipresente es la de la justicia rígida, representada por hombres (policías), quienes parecen perseguirlas siempre, acosarlas siempre, esperar en cada esquina y sospechar de ellas precisamente porque son mujeres, mujeres solas.

Con esta sencilla pero bien planteada estructura se nos permite seguir a un conjunto arbitrario de mujeres (si bien algunas están relacionadas entre ellas, en general saltamos sólo de una circunstancia a otra) y adentrarnos en sus problemas. Siempre de manera unilateral, limitada, con poca información más allá de sus miradas tristes, de sus huidas oportunas, de sus heridas invisibles. Un círculo que, como bien se nos anuncia desde un principio, sólo puede tener un final funesto en que todas las cosas se cierren en un ciclo del que obviamente no pueden escaparse.

Una película increíblemente delicada, en que uno puede acercarse a cada uno de los personajes como si fuesen demasiado cercanos. De una manera gentil, sin propaganda, sin grandes exclamaciones ni quejas en voz alta, con una sensación suave de indignación, de tristeza, de opresión, que nos van transmitiendo de poco a poco y nos van arrastrando con ellas en su inalterable curso. Más que salir de la película fuertemente indignado nos deja una sensación de tristeza, de herida, especialmente en el punto en que esas mujeres y el propio director parece querer decirnos "las cosas son así, no parece que vayan a cambiar".

Una historia que con muy poco consigue decirnos mucho y, además, una película que sin grandes pretensiones estéticas resulta bella (bella y dolorosa, quizá). Tendré que buscar ahora más de Panahi, e indignarme porque esté encarcelado por su arte.




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