1.9.11


01/09/11
Pensaron que ya se habían acabado los clásicos japoneses, ¿verdad? La verdad es que yo también, casi había olvidado esta película que vi por aquel momento de querer ponerme al corriente con aquella filmografía histórica.



"Qué bello es el Monte Fuji. Parece que estuviera enfadado por la maldad que ve en nuestros corazones"

A diferencia de las otras películas de las que había hablado anteriormente en esta línea de cine japonés más antiguo, ésta no se trata de fenómenos sobrenaturales ni cobra su fuerza por los elementos fantásticos, aunque algo de eso hay. También hay una revisión del folklore nipón pero en otra dirección: el origen del sintoísmo y su relevancia en las tramas feudales.
Dos historias se nos cuentan al mismo tiempo, por una parte está la representación de la mitología que da origen a la idea de Japón y algunos de sus pasajes más relevantes; mientras por otra parte (y ocupando más tiempo en el metraje) vemos la historia de Ouso, hijo del emperador. Siguiendo una estructura propia de las épicas clásicas, Ouso tiene que demostrar que es digno de ser heredero de su padre, mientras que en la corte algunos allegados al emperador conspiran para que el que suba al poder sea Waka, el medio hermano de Ouso. Otomo, uno de los miembros de la corte del emperador, lo convence de que Ouso tiene aún que pasar por varias pruebas para demostrar que es digno, cada una más peligrosa que la anterior, en espera de que el joven muera en alguna de ellas. Las aventuras se presentan de manera episódica y al mismo tiempo aparecen otras subtramas tópicas de este tipo de historias, como es la presencia del interés amoroso, la relación con los enemigos, la exaltación de los guerreros, y algunas cosas que pueden verse tanto como parte de una idea primigenia de honor como elementos ya más propios de la cultura japonesa.

Si lo leemos así podemos imaginarnos que es una especie de equivalente a las películas épicas que retrataban a héroes clásicos, y algo de eso tiene, aunque más que centrarse del todo en la mera acción del combate y las estrategias, la película también pretende exaltar la figura del protagonista en base a una ceremoniosidad más seria, que por momentos puede hacer que la película sea más compleja pero también más lenta.
A todo ello sumamos que como buena épica tiene que ser larga, y el metraje llega a las tres horas que sin duda resultarán algo pesadas por momentos. Y si bien tener a Toshirô Mifune cargando con el protagónico es un buen aliciente para verla, su papel se aleja de manera bastante radical del samurai pendenciero que suele representar bajo la dirección de Kurosawa y que es el que más lo identifica.

La película sin duda es interesante, y también el hecho de que tenga algo de episódico ayuda a que las tres horas tampoco pasen de manera dolorosa, pero por otro lado también es cierto que no es mi género favorito y la épica exaltada al estilo clásico a veces termina por parecerme un poco exagerada y poco creíble, pero es claro que todo ello es parte de las convenciones del género y uno tiene que estar de acuerdo con ello desde el inicio o no podrá conectar del todo con lo que ve.

Aunque sin duda es todo un clásico dentro del cine japonés no estoy muy segura de que yo la recomendaría si no fuese que alguien tuviese un interés muy específico en cualquiera de sus elementos. Pero tal vez soy yo que, efectivamente, no terminé de conectar del todo.




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