9.1.12


09/01/12
Y ahora sí, con ésta damos por terminadas todas las películas vistas en la última edición de Sitges. Ya era hora. Y creo que no podría haber esperado un mejor modo de cerrar el festival que con una película más de Sion Sono. Porque nunca se puede tener suficiente de Sion Sono.



"Lo conozco todo. Excepto a mí mismo"
Se supone que "Himizu" está muy libremente basada en el manga homónimo de Minoru Furuya, pero basta mirar los primeros minutos para darnos cuenta de lo que realmente inspiró la esencia principal de la película: el terrible terremoto y tsunami que azotó Japón en marzo del año pasado. No deja de sorprender la rapidez entonces con que la película fue planeada y montada si tomamos en cuenta que su primera exhibición fue en el Festival de Venecia, en septiembre del mismo año.

Siguiendo un poco la idea estructural de su anterior película, "Guilty of love", la película maneja una suerte de estribillo literario que se repetirá constantemente en la narración, en este caso se trata de un poema de Rimbaud, siendo uno de sus versos la cita de la reseña y que encontramos en boca de distintos personajes, pero principalmente del joven protagonista.

Sumida lo único que quiere ser es normal. De hecho su sueño en la vida es ser la persona más promedio posible. Pero la situación es difícil cuando tu casa es un negocio para rentar botes, cuando tu padre aparece sólo en casa para exigir dinero y golpearlos y tu madre se dedica a la prostitución y obvia por completo todas tus necesidades. El joven se encuentra rodeado por otros personajes que viven en una situación también poco idílica: una pareja y dos hombres más que viven en casas de campaña cerca del negocio de barcos, y Keiko, una chica que lo acosa en la escuela y que se ha decidido a saberlo absolutamente todo sobre él. Keiko puede parecer la acosadora más inquietante pero su realidad tampoco es mucho mejor que la del joven aunque se esconda tras una fachada de optimismo.

Si el director se hubiera apegado a la idea central del manga, nos encontraríamos con una trama que si bien atraviesa por una serie de circunstancias adversas, se enfoca en la necesidad del individuo por abarcarlo todo dentro de un rango de pretendida normalidad. Y no es que no haya algo de eso porque es claro que Sumida se aferra de manera ideológica a ese precepto al menos por la mayor parte de la trama (y dado que el manga no ha sido publicado en su totalidad en inglés tampoco es que pueda adelantarme demasiado), pero con el trasfondo de la tragedia tan latente en todas las escenas (que permiten secuencias devastadoras de sitios que realmente fueron destrozados por el terremoto) y el modo en que se conjuga con la historia personal de los personajes, termina dando como resultado una historia que habla de lo que se sigue escondiendo detrás de todo el optimismo y del modo en que la atención a las cosas urgentes resta importancia por completo a las cosas graves. Con la repetición casi esquizofrénica de la muletilla "Ganbare!" (equivalente a 'no te des por vencido') nos damos cuenta de que la sociedad ha solapado sus problemas de fondo (encontrados constantemente en las películas de Sono: la fragmentación familiar, la falta de conexión, la nula dirección para las generaciones jóvenes, y un largo etcétera) con una imagen de homogénea fortaleza para sobreponerse a un solo problema por resultar ineludible. En la película, las secuencias que muestran ciudades enteras destrozadas y bajo agua no nos hablan sólo de la condición de un país, sino de la condición emocional de personajes como Sumida y Keiko quienes tienen que permanecer aún después de que todo haya sido reconstruido sin encontrar sus propias respuestas.

La película es sencillamente brutal, la desesperación que imprimen cada uno de los personajes atrapa desde el primer momento y sobre todo la fuerza que va generando Sumida a través de su desesperada épica personal. Desde los inicios consigue arrebatarnos la calma y aunque narrativamente a veces pueda parecer que su estructura episódica va perdiendo un rumbo fijo, no es difícil imaginar el camino que siguen todas esas circunstancias. Todo ese crescendo de desolación resulta tan argumentalmente fantástico como tristemente abrumador para el espectador. Difícil permanecer indiferente, aunque no se llegue a conectar del todo con cada una de las diversas perspectivas que presenta.

Por el reparto cruzan una gran cantidad de rostros que reconocemos de otros filmes del director. Pero de manera  radical, de hecho creo que exceptuando los dos protagonistas adolescente, todos los demás actores que participan han aparecido al menos en otra producción de Sono. Que además fue una excelente decisión para variar el guión del manga original, en que prácticamente todos los personajes eran adolescentes, mostrando en este caso un mundo donde el sentido de no-pertenencia no está limitado únicamente a la edad.
Como de casi todos los demás actores ya he hablado o hablaré en relación a otras películas del director, sólo cabría agregar que las actuaciones de Shôta Sometani y Fumi Nikaidô, llevando el mayor peso de la película, son increíbles. Y ahí regreso a mi teoría de que en la gran mayoría de los casos da la impresión de que Sono realmente sabe empujar a sus actores al límite, lo cual también suele traducirse en que como espectadores sus historias ejercen la misma presión. 
Fantástica, con todas sus letras, no podría haber cerrado con mejor broche de oro.



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