5.7.13


Continuando muy lentamente con el mini maratón de Fred Zinnemann: otra película histórica, aunque un poco más de época que la anterior. Nos vamos con el rey Enrique VIII y Tomás Moro.



"You're honest. And what is more to the purpose, you're known to be honest. Those like Norfolk follow me because they're jackals with sharp teeth and I'm their tiger. A mass follows me because it follows anything that moves. And then there's you"
La película se concentra en un momento histórico que todos sabemos a grandes rasgos que sucedió pero del que quizá desconocemos los detalles, o a cuyos personajes hemos reducido a un conjunto de conocimientos generales y perfiles acartonados. Enrique VIII, en algún momento de su reinado, rompió con la Iglesia Católica cuando ésta se negó a permitirle el divorcio y dejarlo volverse a casar bajo la bendición de la Iglesia. Detalles más, detalles menos. Enrique VIII sin duda fue un personaje histórico de lo más interesante, aunque aquí al 'hombre para todas las estaciones' al que alude el título no es él, sino otro hombre no menos interesante históricamente, Tomás Moro.

Si la premisa real ya da bastante de sí para una trama de intrigas de la corte, de tensión constante entre las partes que se encuentran y desencuentran en el plano de la acción y de la teoría, la película cobra fuerza sobre todo en su capacidad de reproducir con detalle un momento tan complejo, con una red de relaciones, máscaras e ideas tan basta, con un cuidado ejemplar y sin restarle en absoluto fuerza al perfil de sus protagonistas. Tomás Moro, representado por Paul Scofield, cumple a la perfección con representar una personalidad tan fuerte que consiga conjuntar los aspectos más espirituales del magisterio religioso y una verdadera pasión por la vida. Un hombre excepcional insertado dentro de una estructura religiosidad poblada por individuos que aprovechan sus majestuosos ropajes con finalidades muy poco católicas (no es que a nadie sorprenda). Pero aunque es él el eje principal de la película, eso no impide que el abanico de personajes con los que se encuentra a través de la trama, sobre todo Enrique VIII, consigan transmitir una imagen tan potente incluso cuando sus participaciones sean algo breves. Por ahí se nos aparece el buen Orson Welles enfundado como cardenal.

La estructura a modo de intrigas políticas por momentos puede predisponernos a esperar un poco más de acción de la que la historia finalmente los ofrece, mucho más centrada en una revisión filosófica y moral de los personajes y la época, que sin duda cumple a la perfección. 
Esta producción confirma mis sospechas de que a Zinnemann realmente se le dan las adaptaciones históricas, aunque ahora es difícil superar mi amor por el ficticio Chacal.




¿Otras películas de cortes inglesas que les gusten?

2 comentarios:

  1. Será un clásico y una película mayúscula, pero tengo un problema en deglutir las películas de época, y una vez vistas no suelen encandilarme... :S

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Entonces ni molestarse porque esta película es MUY de época. Con todo y que mi posición respecto a ese subgénero es bastante neutral, debo aceptar que por momentos me resultó un poco difícil de digerir, aunque al final terminara por gustarme.

      Eliminar